jueves, 15 de marzo de 2012

Clarulina + Estela Posada, Gloria Losada y Laura Garrido



Herm Afrodita


Estaba allí en medio, con un aire superado de novela rosa de los años cincuenta.
Con su enorme penacho blanco deslumbraba a todos.  Era diferente, con el cuerpo esbelto y el copete frondoso aparecía ligeramente más grande que el resto y más potente.
Se notaban sin embargo algunas curvas y sus patas tan estilizadas. Allí comenzó el revuelo. Algunos decretaron inmediatamente que era una tremenda hembra que llegaba providencial y se relamían con la mirada, sin cuestionarse más. Otros decían -¿Pero es o no es? Parece un travestido. Sí, y podemos decir que llegó demasiado lejos…- Aparecieron los intolerantes indignados que enseguida concluyeron  – ¡Tendrá pinta afeminada, pero hembra no es! El enorme y desproporcionado penacho y ese aspecto… no es de las nuestras. Hay que echarlo, es pájaro de otro nido!- Y agresivos le cantaban  -¡Estaba la pájara pinta...

Las discusiones y rumores corrían de aquí para allá desde que apareció sin llegar a una conclusión certera. Y estamos en condiciones de decir que entre tanto rumoreo nadie se acercó lo suficiente para corroborar la realidad y quizás por eso, poco a poco se generó un clima de enfrentamiento entre compasivos y detractores aferrados todos a sus propios puntos de vista que trascendió a mayores. Primero fueron algunos picotazos y luego lentamente subió de tono para terminar en una gresca monumental de la que no se salvó nadie, y que dejó heridos leves, graves y hasta algunos muertos desparramados por ahí.
Mientras tanto su aspecto hermafrodita y su aire extravagante se habían resguardado bien ajenos al conflicto, y permaneció indemne.

Ahora en las tardecitas, se puede ver su presencia lánguida e irresistible adorada y protegida por un cortejo de machos y hembras por igual. Macho irresistible y reina de la nidada.   

Estela Posada
 http://estelaposada.blogspot.com/





Metamorfosis

         Sentada en un banco de arena miraba la vida pasar con desgana, mientras le daba vueltas a la cabeza intentando encontrar la manera de afrontar un futuro que no se presentaba nada prometedor. Sabía que lo que estaba ocurriendo no era culpa suya, pero aun así no podía evitar sentirse responsable del camino incierto que les tocaba atravesar.
       Todo comenzó unos meses atrás, cuando por votación popular había sido elegida jefa de la bandada de aves migratorias. Siempre había querido ocupar aquel cargo y sus compañeras lo sabían. Igualmente sabían que se encontraba sobradamente preparada para ello. Conocía cada rincón de los mundos en los que anidaban como la palma de su ala. Sabía con precisión en qué lugar se encontraban los mejores bancos de peces con los que alimentarse y cuáles eran las rutas más acertadas para llegar a tal o cual lugar. Por eso la eligieron a ella, casi por unanimidad, y al principio todo marchó bien, hasta que el alimento comenzó  escasear y se le ocurrió buscar otro lugar dónde hacerse con la comida. Recorrió los mundos ya recorridos y los próximos nunca visitados hasta que por fin dio con aquel oasis en medio del gran desierto. Después de comprobar que había alimentos suficientes para toda la bandada durante largo tiempo, dio la noticia a las demás y les propuso asentarse a vivir en aquel mar de arena. Un  ruido de aleteos desconfiados se dejó escuchar, aun así, en aras a la confianza que tenían en ella, aceptaron probar aquella vida nueva que les proponía.
      No les gustó demasiado su nueva existencia y ella intentó retomar la vida anterior, pero no fue posible. En el mundo de antes se habían agotado los recursos y la única posibilidad de supervivencia era el desierto.  
     Así fue pasando el tiempo…. Hasta que comenzó la metamorfosis. Algo habían oído tiempo atrás pero se resistían a creerlo, que el calor y aquellos extraños peces que comían producían unos terribles efectos secundarios: convertirse en la especie más denostada y ruin del planeta, la humana. Y mientras contemplaba sus piernas y notaba como sus alas poco a poco se iban transformando en brazos  pensó que tal vez la muerte fuera la mejor solución. Cuando no le cupo la menor duda enterró su cuerpo en la arena hirviente y todo se volvió oscuridad.

Gloria Losada


Emigrantes

A todos nos seducía la idea de marcharnos, de abandonarnos al compás del viento y desplegar nuestras alas meciendo las plumas sobre las notas de una suave melodía. Únicamente Flora se sentía melancólica, vacilante en sus dudas adormecidas por la nostalgia. Flora se encaprichaba con los paisajes y siempre soñaba echar raíces. Envidiaba a los árboles, a las flores, tal vez a la madreselva. Vegetales quietos, plácidos, inamovibles en la sustancia que los arraigaba a la tierra.

Cuando llegamos a Isla Ballesta, Flora nos dijo que su tránsito, su devenir sobre las olas del pacífico océano sobre el que nos mecíamos, había terminado.   Pasamos allí unos días como aves migratorias, que van y vienen, siempre en idéntico acorde.

Al llegar el día de la tercera madrugada, cuando los rayos de sol se filtraban en tonos terrosos, miré a Flora, y vi una mujer bella. Una pequeña princesa que abandonaba el nido, deseosa de emprender su nueva vida  sin nosotros. Le escribí la carta más larga del mundo, para suplicarle que no lo hiciera, que siguiéramos juntos en aquellos carromatos sobre los que un día nacimos, sobre los que vivíamos y en los que seguramente, moriríamos. Pero Flora, se despidió abrazándome con su plumaje recién peinado y me susurró el adiós más tierno que jamás he recibido. Puede que nuestros cuerpos emigraran, pero mi corazón  quedó secuestrado en aquella isla.


Laura Garrido Barrera

1 comentario:

  1. Qué originales!! Tanto la ilustración como el texto son singulares y muy interesantes.Buen trabajo.

    Saludos

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